El crecimiento del Bonarda
A continuación una breve descripción informativa de esta cepa insignia del este mendocino y como es observada por el INV


Esta variedad produce vinos de colores intensos: marcados violetas o púrpuras que evolucionan al rojo rubí. Su aroma es intenso y suelen aparecer atractivas notas frutales de frutas rojas (frambuesa, frutillas, cassis o cerezas) y frutas negras (moras, ciruelas o arándanos). En boca es agradable y dulce, de buena intensidad. Sus taninos son suaves y hacen aterciopelado y elegante al vino.
Fácilmente identificable en el viñedo por sus hojas típicamente extendidas como planchadas, de tamaño mediano a pequeño, muchas de ellas enteras y poco trilobadas, de color verde opaco, de racimos medianos cilíndricos, bien llenos a compactos, fuertemente coloreados y sus bayas son medianas esferoidales de color negro azulado y de pulpa blanda.
Es una variedad de alta productividad, con rendimientos que pueden superar las 20 toneladas por hectárea. Es susceptible a enfermedades como el oidio y la podredumbre gris, por lo que requiere un manejo adecuado del viñedo. Esta variedad ha sido utilizada durante mucho tiempo en nuestro país como base de vinos tintos por sus altos rendimientos por hectárea y su sobresaliente aporte de color. Ante el descubrimiento de su potencial enológico, se reduce la producción por hectárea, logrando una calidad excepcional, por lo que comienza su desarrollo como varietal del cual se elaboran vinos de alta calidad.
Según datos del INV, Instituto Nacional de Vitivinicultura, está presente en la mayoría de las provincias vitivinícolas de Argentina. En el 2022 registró un total de 17.448 hectáreas cultivadas, lo cual representa el 8,4 % del total de vid del país. Es la tercera variedad cultivada, luego de Malbec y Cereza. La provincia de Mendoza tiene la mayor cantidad de Bonarda, alcanzando en 2022 las 14.670 hectáreas (84,1%), seguida por San Juan con 2.008 hectáreas (11,5%). El resto de las provincias solo cuentan con 770 hectáreas (4,4%).

